La vieja y mala costumbre de aprehender

Quizás sea debido a que procedo de una carrera de esas que llaman de letras (como si los científicos fueran seres ajenos al lenguaje), o quizás sea debido a que parte de mi bagaje laboral lo he desempeñado en un aula intentando esclarecer algo de lo transmitido (ya se sabe que es el alumno el que aprehende el contenido de lo transmitido, y no el profesor el que enseñe nada), siempre me ha fascinado la rapidez con la que habitualmente en los libros técnicos se despachan los conceptos y nociones principales, para entrar cuanto antes en materia a partir de la página tres o cuatro del libro. Para cuando hemos alcanzado el capítulo dos se nos presupone ya un conocimiento lo suficientemente elaborado de tales nociones y conceptos, por lo cual se nos empieza a mostrar su uso dentro de diversos tipos de construcciones más avanzadas. De hecho éstas acapararán el protagonismo, desde este instante, hasta la finalización del libro. Y se olvidará así, el hecho de que la mayoría de esos conceptos, nociones, términos, ideas, etc. han tardado años, siglos en fraguarse hasta su estado actual. Pero se los da por conocidos, por habituales, porque forman al igual que las palabras que empleamos a diario parte de nuestro acervo cultural: <<átomo>>, <<energía>>, <<psyché>>, <<ser>>… ¿Quién no sabe lo que significan?

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